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El gatillo de cada profesión

  • Foto del escritor: María Delfina Carmona
    María Delfina Carmona
  • 14 may 2019
  • 6 Min. de lectura

A un año del caso Chocobar: el policía que le disparó a un ladrón de espaldas

EL GATILLO DE CADA PROFESIÓN

La esquina de Irala y Suárez en la Boca, escenario donde muere Kukoc (Crédito: P12)

La mañana de un feriado, las calles de La Boca, un turista apuñalado, siete tiros, un asaltante al borde de la muerte, un segundo ladrón a la fuga, un policía vestido de civil y un arma reglamentaria: los protagonistas de un caso que sigue sin resolverse y dando lugar a debate.

“Bajá ya, te necesitamos en el quirófano”

“Mejor me voy a dormir temprano porque, no sé, estoy medio apagado”, escribió Yamil Ponce y apretó la flechita azul y blanca para enviar el mensaje por Whatsapp. Iba a tomar unas cervezas con un amigo, pero eligió descansar. Al otro día, viernes 8 de diciembre, feriado, le tocaba guardia en el Hospital Argerich después de una semana intensa de dar clases universitarias, pasar horas en clínicas privadas y avanzar en su investigación sobre inteligencia artificial.

Esa mañana de viernes llegó más rápido de lo normal a su lugar de trabajo porque no había mucho tránsito. La rutina dictaba los quehaceres de este cirujano que, como de costumbre, tocaba el piso tres del ascensor cuando su ringtone interrumpió la escena. La voz del otro lado del teléfono le decía que baje, que venía en camino un paciente en “gravísimo estado”, que ya estaban preparando el quirófano. La ambulancia del SAME tardó dos minutos y medio en esquivar obstáculos en las 16 cuadras que separan Olavarría y Garibaldi de Pi y Margall al 750 en el barrio de la Boca. Las sirenas le dieron la ventaja al hombre apuñalado de robar la mitad del tiempo que hubiese tardado un vehículo normal en recorrer esa zona hasta llegar al hospital.

Ponce se encontró con un hombre al borde de la muerte: tenía perforaciones en el corazón y en los pulmones, recuerda haber contado diez en total. Los instantes que siguieron fueron los que luego lo consagraron como “el médico héroe” en programas de tevé, diarios y revistas. “No nos importó si era bueno o malo, tampoco si era argentino o extranjero... Solo importaba salvarle la vida al paciente”, le contaría unos meses después a Intratables, el programa del canal América. Después de operarlo con una técnica innovadora y poco conocida, Ponce se enteró la historia detrás de las heridas: el paciente era un turista estadounidense asaltado y apuñalado por dos jóvenes, uno de los cuales, salteño y de 18 años, había sido baleado por un policía vestido de civil y estaba siendo operado en otro quirófano de ese hospital. El otro había huído sin que se sepa su identidad. Cinco días más tarde a la madrugada, Juan Pablo Kukoc, el ladrón internado en el hospital, murió por las heridas en el abdomen que le afectaron el hígado, el intestino delgado y el colon. Jorge Pereira Rojas, “el otro”, un paraguayo de 17 años, fue descubierto y detenido el mismo día que murió su compañero. Ambos asaltantes tenían antecedentes penales y un historial que involucraba drogas y alcohol.

No se discutió lo que sucedió en el Hospital Argerich. Los médicos tenían que actuar rápido y su profesión les dictó qué hacer. Luis Oscar Chocobar, el efectivo de la Policía local de Avellaneda que disparó, no tuvo la misma suerte.

“¡Alto, policía!”

Frank Joseph Wolek, un fotógrafo de 54 años nacido en Louisville, había llegado a la Argentina el 25 de noviembre. Los días previos al asalto recorrió de norte a sur el país acompañado por su cámara. Entrenó durante años sus ojos para estar atento al mundo a su alrededor, pero aún así el artista conceptual no supo ver venir a los dos jóvenes que quisieron robarle su compañera de viajes en la calle Garibaldi, entre Olavarría y Suárez, mientras paseaba por el pintoresco barrio de La Boca.

Además del valor material de la máquina de fotos, ahí habrían historias, anécdotas, colores e instantes de los que Wolek no se desprendería tan fácil. Plantó su resistencia y los ladrones lo apuñalaron diez veces.

Tres hombres que estaban sobre Olavarría al 865, en la puerta del local Cyberzeuz, escucharon al gringo gritar desesperado y vieron a los asaltantes huir con la cámara. Dos de ellos los persiguieron en moto, mientras que el tercero los corrió.

La calle Carlos Melo fue la ruta de escape triunfal de Pereira Rojas que días después fue reconocido por una cámara de seguridad. Su compañero de maniobra, Kukoc, un joven “flaquito y rapidísimo” según su madre, perdió la carrera en la calle Irala. Estos testigos del robo lo interceptaron y, guiados por las ganas de justicia a mano propia, forcejearon por la cámara.

—¡Alto, policía!— se distinguirían esas dos palabras en medio del barullo. Provenían de un hombre de jeansy campera que de policía, a simple vista, tenía solo la actitud. Era Luis Chocobar, un treintiañero que, en esa mañana del diciembre bonaerense, estaba yendo a hacer horas extra al hospital Presidente Perón de Sarandí. Pero Kukoc no hizo caso a la señal de alto porque tenía un objetivo claro: llegar a su casa ubicada sobre Irala y Suárez, a tres cuadras del lugar del delito, para estar a salvo de quienes lo perseguían.

Chocobar disparó tres tiros hacia arriba a modo intimidatorio con la respiración agitada y la adrenalina recorriéndole el cuerpo. “Si no me creía que era policía...”, habrá pensado mientras usaba su arma reglamentaria para tomar las riendas de la situación. Pero no fue suficiente. De hecho, el ruido de esas balas impulsó al joven, que en algún momento soñó ser futbolista, a correr casi hasta la puerta de su casa y Chocobar gatilló. Y gatilló devuelta. Y luego dos veces más.

Los últimos dos disparos impactaron en el cuerpo de Kukoc: uno en el muslo y otro en el glúteo. A casi un año del caso, el 11 de noviembre de 2018, se confirmó en un peritaje de la Policía Federal que las balas rebotaron primero en el asfalto. Pero esos datos llegaron después. En esos instantes lo que se vio y quedó registrado en una cámara de seguridad fue un chico corriendo de espaldas y un hombre que le disparó hasta que cayó y no pudo correr más.

“No te mueras, boludo, dale”

José Kukoc se encontró con su hermano dos años mayor tirado enfrente de su casa.

—No te mueras, boludo, dale— gritaba, ignorando, tal vez, que sus alaridos no iban a ser capaces de salvarlo. Que ni la medicina iba a poder salvarlo. Que las ambulancias que pedían eran para el yankeeherido y no para su hermano, según contó su madre, Ivone, al recordar la escena con la que se encontró. Se llevaron al turista en ambulancia, a Chocobar a un calabozo en el que estuvo detenido por 48 horas, acusado de homicidio en ocasión de usar exceso de violencia, y recién una hora después de los disparos, Pablo Kukoc fue trasladado al Hospital Argerich.

En uno de los quirófanos, el equipo del Dr. Yamil Ponce se consagraba victorioso y simultáneamente, en otro, la intervención no tenía tanto éxito. No hubo un “médico héroe” para el asaltante. Después de cuatro días de internación, el salteño que hacía seis años buscaba su manera de ganarle con trampa a una ciudad en la que no se sentía cómodo, murió.

Gatillar lo que te enseñaron

Mientras ambos bandos del debate buscaron sus argumentos y se ocuparon de contar su versión de los hechos, en marzo la Justicia cambió la carátula del caso a "homicidio agravado en exceso del cumplimiento del deber" en vez de un exceso de la legítima defensa, lo cual implicaría que, en caso de ser condenado, la pena sería menor con un máximo seis años y ocho meses encarcelado. Chocobar, quien nunca dejó de trabajar según fuentes oficiales, desde noviembre espera que determinen la fecha del juicio oral y público que deberá enfrentar.

El espacio público fue un desfile de gente opinando sobre la expresión que fue trending topic en el país: el famoso “gatillo fácil”. Se habló de héroes, víctimas, asesinos. Injusticias, deberes, corrupciones. Laureles para algunos, condenas para otros y a la inversa. Los medios gatillaron con adjetivos y etiquetas en sus titulares. Chocobar fue recibido y apoyado en la Casa Rosada por el presidente Mauricio Macri; mientras que a Ivone Kukoc se le negó la entrada y tildó al policía de asesino.

Los involucrados actuaron según su modus operandi: el médico operó, la Justicia investigó, el periodista publicó, la madre del difunto lloró, y el policía... ¿protegió?


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