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Gustavo Yuste presenta Turistas perdidos: “El silencio entre dos personas es un misterio"

  • Foto del escritor: María Delfina Carmona
    María Delfina Carmona
  • 1 jun 2023
  • 10 Min. de lectura

El poeta argentino Gustavo Yuste publicó “Turistas perdidos”, una novela protagonizada por los escombros que quedan después del derrumbe del amor, y las cajas que hay que abrir en la nueva casa.


Gustavo Yuste es una voz que se escucha con cada vez más fuerza en la escena poética argentina. Con 31 años, publicó varios libros de poemas, entre los que se destacan La felicidad no es un lugar, Accidentes del ánimo y Electricidad. En 2019 sorprendió con su primera novela, Personas que lloran en sus cumpleaños: es una gran reflexión sobre los mandatos de felicidad y los desafíos de una pareja moderna. Hoy, reconociendo que sigue siendo un terreno que le despierta incertidumbre, suma un segundo título en narrativa: Turistas perdidos, editado por Penguin Random House.


A pesar de dejar el verso de lado en estas páginas, su raíz poética se destaca: las imágenes que elige para representar sentimientos son novedosas, bellas y precisas. ¿El hilo conductor de su obra? La melancolía, la potencia narrativa de lo cotidiano, la pregunta constante, la timidez de alguien que mira distante y siente con fuerza. Hay una obsesión por poner la vida propia y ajena en una vidriera, observarlas hasta que se agoten y encontrar las palabras justas que representen lo abstracto de una sensación.


En La felicidad no es un lugar (Santos Locos Poesía) se cuestiona en un poema “¿En qué momento mis emociones lograron una representación tan fiel?”. Esa pregunta le queda latiendo a uno como lector. ¿Cómo hace este poeta joven para dar en la tecla con sus metáforas, para hacer que los objetos hablen, para universalizar tan concretamente su sentimiento individual?

Su mirada sensible y despojada genera empatía al instante. Uno de los grandes logros de Turistas perdidos es que el lector hace propio ese desamor; habiendo atravesado o no un corte con esas características, se corren los detalles y, en el fondo, se encuentra la gran joya en bruto: la emoción cruda, la vulnerabilidad del ser humano. “Para mí la diferencia entre un buen o mal texto es que el lector pueda poner su propia experiencia”, contó el autor a Infobae Leamos.


¿Cuál es el momento exacto en el que se rompe una pareja? ¿En dónde se encuentra el origen del silencio? Esta novela de Gustavo Yuste comienza con un final. Un joven recién separado rodeado por los fantasmas de su vida rota: un monoambiente lleno de cajas de mudanza cerradas.



La historia hace un viaje melancólico como un taxi que recorre la ciudad y pasea el silencio de una pareja que no sabe cómo terminar. Una pareja que ya desbloqueó nuevos y profundos niveles de silencio, silencios que no se solucionan hablando.


El narrador habita la transición rodeado de cajas cerradas como cajas fuertes, cerradas como promesas, como un purgatorio. Son su mesita de luz, su barra desayunadora, sus únicos estantes. Esa hilera de cajas es un grupo de sicarios que viene a buscarlo, son parlantes que lo aturden, son los escombros de algo que se acaba de derrumbar: su vida.


Las cajas lo miran como si fueran su familia rodeándolo en un hospital mientras sale de un coma y le dicen “no sabés de todo lo que te perdiste”. Como personas escondidas para una fiesta sorpresa, escucha a las cajas camufladas riéndose de él. Cajas con la posibilidad infinita de transportar lo que sea, pero destinadas a cargar el vacío, el suyo.


“¿Cuánto tiempo se puede vivir en una transición? Ese lapso incierto entre dos períodos es un útero que se cansa de nosotros y nos expulsa por más que queramos quedarnos ahí para siempre. La combinación perfecta del calor de lo conocido y la esperanza de lo que va a venir, un sentimiento fugaz al que solo podemos pedirle deseos”, dice el narrador. A lo largo de todo el relato se hace preguntas que sabe que no tienen respuesta, por lo menos no una respuesta inmediata. Negado a abrir esas cajas, bucea en los recuerdos de su noviazgo para llegar a la señal que debería haberle abierto los ojos. ¿Se puede presagiar el desprendimiento de un gran bloque de hielo? ¿Puede ser que el final haya estado siempre encajado en el principio?

"Electricidad", uno de los libros de poesía de Yuste.


“La novela de Gustavo Yuste es de una melancolía hermosa. Y también es implacable”, declaró Fabián Casas en la contratapa. Melancolía hermosa. Una prosa poética, sensible, cargada de imágenes que dejan latente la epifanía. Una pluma dulce y filosa: “¿Hasta qué punto una caja siempre se mantiene cerrada? El recuerdo mismo logra abrirla. El cúter de la nostalgia en el pliegue hace lo suyo, y todo está ahí al alcance de la imaginación. (...) Redefino el ‘para siempre’ en el que alguna vez creímos con ella: no es la presencia, es la ausencia lo que siempre nos va acompañar. No me muevo, poso para la cámara de la melancolía: no puedo evitar salir desenfocado”.


Yuste coordina talleres de escritura y lectura. Además, es co-fundador de la revista digital autogestionada La Primera Piedra y del espacio de lectura virtual “Los primeros fuegos”, en el que comparte textos cortos e inéditos de autores que aún no han publicado sus primeros libros. Presentará su nuevo poemario, El formol de la melancolía, (Santos Locos Poesía) en la Feria del Libro 2023.




-¿Cómo se siente un poeta escribiendo en prosa? ¿Qué te llevás de la poesía?

-De la poesía me llevo la potencia de la brevedad. Trato de motorizar que la imagen diga más que los personajes en sí mismos, que diga más que la historia.


-¿Cuál es el mayor desafío que encontraste escribiendo Turistas perdidos?

-Hubo un desafío de tratar de acompañar con la forma el fondo del texto. Empecé con las prosas poéticas del primer capítulo y se me fue presentando la historia. Los momentos de los tres capítulos se retratan con una forma de contarlo: la brevedad y las cajas textuales acompañan a las cajas que no se desarman en la primera parte (”Cajas cerradas”); en la segunda hay una narración con más fluidez pero con interrupciones (”Cajas abiertas”); y en la tercera fluye (”Cajas dentro de cajas”). También se me presentó la pregunta de qué pasa si la historia se cuenta al revés temporalmente, el desafío estuvo en lograr mantener cierta unidad y tensión sabiendo el final desde el principio, en qué matices fui encontrando. Los personajes se me fueron revelando, me pidieron ir haciendo cosas que no estaban en mis planes y los tuve que seguir.


-Fabían Casas define los párrafos cortos del primer capítulo como “haikus”, vos recién los definiste como “poesía prosada”. ¿Te llevás bien con el cruce de géneros?

-La definición que propone Fabián en la contratapa es una licencia poética, una metáfora para resaltar lo breves que son los capítulos que terminan motorizando la novela. Ese primer capítulo sería un híbrido entre prosa poética y narrativa, una suerte de ornitorrinco que permite jugar con otros estilos. Yo no me siento muy hábil siendo divertido o humorístico en los versos y siento que en la prosa tengo otro manejo de eso.


-Tu obra suele tener una mirada melancólica. Hay una tendencia a mirar la propia vida desde afuera, como si estuvieras viendo una película de tu emoción. ¿Cómo hacés para bajar eso a imágenes y metáforas?

-Diana Bellessi dijo una frase que me ayudó a entender lo que me pasaba: “La melancolía es un filo para ver el mundo”. Lo que puedo observar o no del mundo lo hago desde la melancolía. Es una manera de no estar del todo en lo que está pasando. Alguien que quiera escribir siempre necesita alejarse un centímetro para verlo desde un ángulo diferente porque ahí es donde muchas veces está el pliego, el detalle. En mi caso también es una búsqueda para evitar el lugar común. Particularmente tengo una relación bastante rara con mi biografía y la escritura, no suelo agarrar momentos de mi vida para escribir puntualmente. Si uno escribe ‘a partir de’ y no ‘sobre’, evita la biografía, la noticia, el chisme, evitás el ‘¿viste que Gustavo se separó?’ o el ‘¿viste que Gustavo está enamorado?’. La melancolía es una manera de tomar distancia de mi propia vida y poder escribir a partir de otras cosas. Puedo escribir una novela de desamor como Turistas perdidos sin estar pasando un momento de desamor personalmente ni haberlo pasado cercanamente. Cristina Peri Rossi en una entrevista dice que el escritor nunca se tiene que olvidar que tiene la empatía como recurso.


-Te definís como alguien tímido y eso te permite la mirada periférica de muchas situaciones sociales. ¿Creés que pudiste canalizar esa timidez como herramienta de observación para la escritura y convertirla en potencia para tu obra?

-Nunca estás del todo en la fiesta para escribir. Si estás en la fiesta, no estás escribiendo. Si querés escribir, en algún momento te vas a correr y lo vas a mirar desde afuera aunque sea un segundo, tenés que desdoblarte, saber que estás acá y que también estás en otro lado. Mi timidez excede lo literario pero me permite eso: antes de hablar, me quedo mirando un poquito más. ¿No tenés algo más para decir más allá de lo obvio de la evidencia, de la noticia? La timidez permite tomarse el tiempo para ver algo más. Para mí, escribir es tiempo, no es otra cosa.


-Dictás talleres de escritura y lectura, ¿tenés alguna máxima que les repitas a tus alumnos? ¿Alguna “regla” que notes que caracteriza tu mirada crítica?

-Una es que uno no escribe sobre cosas sino a partir de cosas, sobre todo en el terreno de la ficción. No importa la verdad, importa lo estético. Insisto mucho en que para mí escribir son tres momentos igual de importantes e indisociables entre sí: leer, escribir y editar. No podés pensar como autor/a sin ser un lector o lectora. Recalco mucho lo de la edición porque creo que con esto de la inmediatez de las redes se tiende a un ‘lo escribo y lo comparto’. La edición tiene un rol fundamental.


-¿Qué lecturas están influyendo en tu obra?

-Tengo una influencia muy importante de Fabián Casas, acercarme a su literatura terminó cambiándome la manera de escribir a mis 20 años. Hay influencias de Alejandro Zambra. Pero también puedo nombrar a Anne Carson que es algo completamente diferente a ellos dos en el sentido de los juegos y la búsqueda en el lenguaje. Hay algo de Cristina Peri Rossi, me gusta mucho la diversidad que tienen sus textos. Hay una frase de Charly García -que creo que también se la robó a alguien- que dice que el artista que le roba a alguien es un ladrón, pero el artista que les roba a todos es un genio. Busco que las influencias que trato de tener sean lo más variadas posibles. De lo que no te gusta también te podés llevar bastante.


-¿Cuál fue tu intención detrás de Turistas perdidos? ¿Cuál es la gran pregunta que quisiste atender?

-La pregunta que me quedó es que no sé que es de la vida de los protagonistas en el presente. Sé cómo pudieron ir lidiando con el pasado pero no sé bien qué pasó después de que abrió esas cajas. Tampoco sé bien qué pasó con su ex pareja. La intención fue poder mirar hacia el pasado vincular -no necesariamente una pareja monogámica- con un poco más de piedad hacia nosotros y hacia la pareja en sí. Hay mucho de mirar con resentimiento hacia el pasado, hacia las historias que fuimos parte. Lo bueno del amor nos queda para siempre. Es una búsqueda de poder aceptar y convivir con las historias que tuvimos, por más de que no hayan tenido el final que queríamos. Ahora con el tema de Shakira no vende tanto mi postura, pero es el sabor que me terminó dejando el libro: una mirada con cierta redención a las historias de las que fuimos parte sin buscar villanos perfectos.


-Recién hacías hincapié en los vínculos que no son del tipo romántico, convencional. En Turistas perdidos hay mención a una trieja y en tu primera novela hay una mirada crítica a lo establecido en cuanto a los vínculos. ¿Hay una intención de rebeldía en tu escritura?

-No sé si hay una intención de que en el libro tenga que pasar sí o sí esto, o de que en el libro anterior el protagonista tenga que estar con otro hombre sin ser necesariamente gay. Yo vivo así la sexualidad y la manera de vincularme, entonces es natural escribirlo de esa manera. Una vez publicado, puedo racionalizarlo y darme cuenta de que es importante que aparezcan esas cosas en las narrativas que se van produciendo.


-En esta novela explorás el silencio y sus distintos niveles, buscás el origen de la distancia. ¿Qué representa el silencio para vos?

-Para escribir, el silencio es fundamental, para poder ver algo de manera diferente. Si yo puedo reconocer los silencios, ahí es donde me puedo meter. Y puntualmente, el silencio entre dos personas es un misterio. Lo pienso también en vínculos no sexo-afectivos, ¿en qué momento te separaste de un amigo que eras muy cercano y ya no? Muchas veces la respuesta no es tan clara, no es que un día te peleaste y listo. Por lo general no se sabe. Hay algo de ese silencio que juega un poco en esa imagen de la fisura del iceberg, de repente el hielo se rompe y se desprende pero capaz se venía rompiendo hace mucho.


-¿Creés que se perdió el derecho a la ficción, que cada vez hay menos clave de lectura en ficción?

-Estamos todos mostrando nuestras vidas en redes sociales, entonces tal vez encaramos el resto de las producciones así, nos acostumbramos a cierto discurso. También hay muchas producciones audiovisuales que se anclan en eso. Pero la ficción siempre estuvo mirada con intriga, siempre está la típica pregunta de ‘¿cuánto hay de tu vida en esto?’. Lo chusma es una cuestión natural del lector. Es muy complejo quitar esa mirada curiosa. Creo que es un buen parámetro de que el texto está funcionando: si el lector se pregunta si es real o no, es porque lo está llenando con su propia experiencia, y si lo está haciendo es porque el texto lo permite. Para mí la diferencia entre un buen o mal texto es que el lector pueda poner su propia experiencia.


“Turistas perdidos” (fragmento)

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En la radio portátil ahora suena un clásico de los que le hice conocer a Martina en una de nuestras primeras citas. Escucharlo a través de la frecuencia de la FM en ese aparato y no desde el celular cubre todo este sentimiento de un aire de nostalgia innecesario. Si abriera estas cajas y ordenara todo lo que hay en su interior, podría pintar cuadrados de cartón de distintos colores, colocarlos ordenadamente sobre el piso y armar mi pista de baile personal. Después, pararme en un rincón y no mover ni un músculo, esperar hasta que la fiesta se termine.

"Turistas perdidos" cuenta lo que viene después de una separación. (Shutterstock)

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Cuando me deshaga de estas cajas, gran parte de mis últimos años se va a ir con ellas. Mis objetos particulares, mi ropa, mi orden precario en otro ambiente sin historia. Todavía cerradas, en cambio, dan la sensación de trasbordo, de transición, de múltiples chances, como esos viejos programas de preguntas y respuestas que daban a elegir al concursante entre un electrodoméstico o “lo que haya dentro de la caja”.

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Decido pasar todo el día fuera de casa. Caminar por la ciudad como si fuera un turista que dejó la valija en el cuarto de un hotel y no tiene que preocuparse por nada. Miro todo con ojos de encantamiento esperando que llegue la costumbre, descubrirme enamorado del lugar. Si gasto toda mi energía caminando, puede que cuando vuelva ni siquiera prenda la luz y no note la presencia de las cajas ni del ambiente totalmente vacío. Eso voy a hacer: entrar en puntas de pie como un adolescente que no quiere despertar a la angustia.

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La pantalla del celular me informa que llevo 23.421 pasos dados y que tengo cero mensajes nuevos. Hago una cuenta mental rápida y advierto que caminé aproximadamente mil cien veces el largo de mi monoambiente. Ya puedo calcular distancias con la medida de mi desesperación.

Quién es Gustavo Yuste

♦ Nació en 1992. Es escritor, periodista cultural y licenciado en Ciencias de la Comunicación.

♦ Entre sus libros se cuentan Turistas perdidos, La felicidad no es un lugar y Electricidad.

♦Coordina talleres de lectura y de escritura, y es co-fundador de la revista digital La Primera Piedra.

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